jueves, 24 de enero de 2008

...ésos que comienzan con un suave y pausado la vida es. Acto seguido el del lápiz entrecierra los ojos y vomita sabiduría (la que su cuerpo sin menor detenimiento expulsa para liberarse de lo que no le pertenece)

En cambio, éste no forma parte ni de una hebra de la perfumada cabellera de Minerva. Sube por las piernas de una prostituta y va mordiendo su carne, toca con la nariz su pubis y va inhalando fuerte el remanente del misterio en su ombligo.

...y de aguardiente y saliva y se hace sordo al ruido de afuera.

El vaivén de las cortinas, el olor de la soledad sin rasurar, un par de pies que murmuran desde adentro. Sube el murmullo hasta el tobillo, hasta la pierna. Nadie se preocupa por callar.

La vida es ¿qué diablos después?

...éste se enjuaga con las lágrimas que están citadas para la madrugada. Y se tuerce ahora entre las manos que sostienen al lápiz de grafito. Clava sus uñas en la humedad de la habitación. Acalla la soledad por un instante.

No repite lo que urge saberse: el predicado acostumbra estacionarse en medio de la autopista.